Su rostro era bermejo y aviejado, caminaba suntuosamente, entre las vías del ferrocarril. La mirada triste y translúcida; con unos ojos pequeños, embotados en su faz cálida.
Siempre había soñado, en ser un conductor vagabundo y escondido en sus andrajosos harapos, relucía radiante su corazón grandilocuente y tierno. Que soñaba y sueña con volar, entre las vías de su destino; para llegar a su amada, esa que aún desconoce.
Demís, era su nombre, sus apellidos fueron olvidados en su destierro. Vivió siempre como un nómada de circo, emigrando de pueblo en ciudad. Veinte años, en esa vida febril, sin saber escribir, sin poder leer un cuento.
Un día, se dirigió a una vieja estación de pueblo y allí permaneció sentado, viendo rodar y tronar grandes maquinas de vapor. La gente subía y bajaba de aquel monstruo dorado; que escupía humo de sus entrañas. Quedó perplejo y asombrado de esa gran belleza, que envolvía aquel apeadero rural. Hacía frío y el calor de las locomotoras, le abrigaba las entrañas, aquella noche de primeros de mayo.
Una voz interior, le decía que partiera lejos, muy lejos de todo aquel jolgorio de nómadas. Y así fue como subió, por primera vez a un vagón de mercancías, al final de un larguísimo tren, con destino desconocido.
Apenas logró acomodarse, cuando se dio cuenta que no estaba sólo. Observó cerca de él, a un hombre viejo, calentando sus grandes manos, en una pequeña fogata. Demís, se acercó y saludo con voz quejosa y entrecortada. Pero, no obtuvo ninguna respuesta, de su saludo nocturno. Esputó de nuevo su saludo, ésta vez lapidario y aquel hombre de grandes manos, volvió su rostro hacia él, asintiendo con la cabeza y desplegó sus labios, esbozando una mueca por todo saludo. El hombre de grandes manos, fijó sus ojos saltones, en aquella mirada penetrante de Demís y éste, le preguntó por el rumbo de aquel viejo tren de madera. El hombre de grandes manos, sonrió tristemente y le contestó:
-- ¡Qué más da! Que importa el destino, tan sólo voy en busca de un lugar más cálido, nunca me gusto el frío ni la lluvia ni el viento. Busco ese paraíso, esa musa, que he de adular eternamente. Dejé atrás estaciones absortas y frías, con sus gentes sin alma, sin sentimientos. Ya es primavera y casi no la recordaba, su calor empieza a florecer entre los recovecos de éste mi tren. A propósito, ¿Cómo te llamas joven?
-- Demís, me llaman Demís, el solitario ¿Y Vos?
-- Gozne, pero mis pocos amigos me llaman Goz. Pero, sientate a mi vera.
Demís, tomó asiento frente a Goz y empezó a escudriñar su semblante. Tenía los ojos grandes, salidos de sus órbitas, su rostro era de una palidez marmórea y parecía de rancia alcurnia. Semblaba un gentil hombre, andariego y pícaro, degradado en vago de oficio. Su nariz era grande y bulbosa, con ojos castaño turbio. Todo él, era de grandes dimensiones, sus dedos de nardo, azoraban las brasas de la hoguera con languidez. ¡Por no tener, qué de comer quisiera, fablaba cual rumiante!
Demís, divagaba entre sí, en su taciturno devaneo errático: Pasan los días y tras sí, los años, dejando la huella de nuestros caminos férreos, de vagón en va vagón. Soñando con la belleza, con nuestra amada dulcinea. Esperando que un día, estuviera sentada aguardando, nuestra llegada, en una ruidosa estación de ciudad.
Mientras los días volaban entre nosotros, veíamos surcar las nubes en nuestro cielo y la imagen de una cometa, surcaba los aires simulando estar volando, pero lo que ella no sabía, es que volaba muy alto.
Su amigo Goz, le había enseñado muchas cosas de la vida, le gustaba describir los trenes, en los que había vivido sus aventuras y enseñarle, explicarle todo lo que sabía.
Así pues, le enseño a leer, escribir y lo más importante ha saber escuchar y tener paciencia. Le contó las historias de su abuelo, el primer vagabundo ferroviario: cuando los vagones eran arrastrados por caballos.
-- ¡Bueno Demís, Vamos a tomar un orujo!
-- ¡Claro, buena idea! De paso podemos comer algo, siento como rugen mis tripas, jijijii
Entretanto, se paró el tren en una polvorienta y mohosa estación de ciudad y allí estaba ella, la viajera del tiempo.
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