SHELMA T´astimu

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T´ASTIMU FILLA

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jueves, 1 de diciembre de 2011

Vagabundos Ferroviarios 3 final


       ¡Angie, angie!, tu llanto aflora en mi pecho y no puedo evitar enamorarme de ti -exclamó Goz-. Tengo que irme lejos, muy lejos de aquí, pues no puedo evitar este amor que me quema. Me siento como un niño, que corre hacia su fin. Cariño así va todo, algunas cosas son así.
       Un día me cogiste la mano y toda mi alma fue tras de Vos. Ahora tengo que partir, el tren de mi futuro, me espera en su vía muerta ¡Pero, que locura es ésta! -gritó Angie-. No, por favor, no digas nada. Ésta vez compre mi billete, prométeme que cuidaras de Demís, es tan inocente.
       -- Sabes que lo haré, pero dame un abrazo y un millón de besos...
       Esa despedida, le dejo un buen sabor de boca y con paso lento, se difumino en la niebla. Escuchó un silbato y una voz, grito su partida -último tren, no lo dejes escapar- Un ave extraña, estaba suspendida en el anden ¿De donde venía? No lo sabía. Entró en su jaula ¿A donde volaría? No lo sabía. Se sentó junto a su alma y se dejó llevar.
       Ella, le recordó toda su vida. Pudo vislumbrar todos sus actos. Era la película de su vida, sus sentimientos, sus amigos. Cuando vio a Demís, no pudo contener sus lagrimas.
       El ave ferroviaria, descendió súbitamente y estacionó en un apeadero rural. Goz, quedó pensativo y decía para sí:      ¿Porqué lloro? Ya nada puede hacerme daño, mis penas son insignificantes, pero mi lluvia de lagrimas, sigue su curso.     Barro los trazos de la vida de ayer y el viento susurra tu nombre. Cuantas cosas pueden pasar, en unos segundos

La vida, puede empezar de nuevo
la muerte, puede renacer.
Un vuelo de palomas, puede cambiar el tiempo
Una mujer desnuda, puede parar el mundo
y pisarlo con sus pies de cristal.
La noche es larga y podría coger al mundo
y besarle en su boca tenebrosa.
Un amor de tiniebla, suena pero no se ve.
Debo quemar mis últimos cartuchos,
y disparar contra mi pasado.
Así podré ahuyentar, mis fantasmas
y a cantaros, llenar los mares de mis deseos.
   El tren, remonto el vuelo sobre la vía láctea y su estela parecía un cometa. Una mano, se posó en su hombro -¡Su billete, Señor!- Goz, sintió un calambre y una sonrisa floreció de alegría. Ambos se abrazaron, con toda la fuerza de la amistad y ahora, con toda la eternidad por delante. ¿Pero dime, donde está Angie? -preguntó Goz suavemente-. Ella, amigo mío, dejó escapar éste tren. Pero yo, aprecio más tu amistad, que todos los amores del mundo.

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