SHELMA T´astimu

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sábado, 17 de diciembre de 2011

Viaje al fondo de tú alma: La última navidad 4ª parte


     La ayuda a tus semejantes, el hombro que ha de cobijar, el llanto de un amigo. El oído que escucha, la boca que alienta y la risa que contagias. 
      Abba, escondido en el rincón de su querida prisión, allí donde nunca dejaba que llegara el sol, donde sólo podía oír el latir de su triste corazón. El niño, porqué como un crío sueña despierto, piensa y piensa...
       Observa en su mar interior, el inmoble velero. Durante un tiempo indeterminado, horas o quizás segundos. El velero, empieza a navegar a su alrededor por aguas tranquilas, tan frías como cálido es su corazón. Escruta el perfume que deja, en su paso circular. Aleshores,  aparece en su mente el rostro del universo y su calma le hace sentir dichoso. Siente la paz en su cuerpo y su alma la refleja a sus semejantes. Cada día se siente menos terrestre, pero no menos humano.
       Otro velero, surca la estela del anterior, pero éste pasea triste, oscuro. Sin más luz, que el reflejo de la luna. La noche se torna fría, sin más calor que las llamas de su amor. El crepitar de la hoguera, salpica de poesía la negra noche y revolotean las chispas, como lluvia de palabras en su mente. El humo del fuego olía a recuerdos, abrasando sus deseos pedigüeños.
       Tristezas y añoranzas le hacían sentirse sólo, como un niño perdido en la playa. Recordaba el calor de su padre abrazado a su espalda. El amor de su madre a través de su mano nocturna. Abba, gritaba ¡Mama, tengo miedo de los sueños! ¿Se puede dormir despierto? 
¡Claro que sí, hijito! Ahora ya estamos durmiendo.
       Esos recuerdos, ya no tenían la misma fuerza, se tornaron terriblemente débiles. Eso le asustó y se dio cuenta, que ya no era un niño. Él, estaba muerto, se había ido para siempre y en su lugar había un hombre. Que sentía otra clase de amor y no recurría a sus padres, cuando miedo era lo que tenía.
       Mil palabras resuenan en la jaula del desván, mi música no puede esperar, a que suenen las campanas por navidad. Hay quien lucha por sobrevivir, pero también hay quien mata, por ser más fuertes y esos, son los que nunca vencen. 
       El mundo es una tumba, que tiene miedo a despertar, sigue dormido tras el televisor, idolatrando seres que corren tras un balón y famosos, que se consumen en sus miserias.
       Después que todos los bufones, se han encerrado en sus casas y los payasos, se han ido llorando. Se puede escuchar, el susurro de la felicidad por las calles, con sus huellas teñidas de rojo y el viento; silbando tu nombre junto al mío.
       Tener una familia, era un sueño y ahora que la perdí, una lluvia de ojos caídos me atormenta por las noches, junto a mi destierro. La melancolía invade mi ser y la tristeza, es mi compañera. Tan implacable y serena, con su amiga soledad. Ellas me envuelven en sus brazos oscuros y el viento se lleva mis sentimientos, dejándome sólo y desnudo.

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