SHELMA T´astimu

SHELMA T´astimu
T´ASTIMU FILLA

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domingo, 7 de abril de 2013

El Emperador cap 2...1ª parte






       A Hemis, a pesar de los conflictos políticos, aquello le parecía una aventura prometedora. Cuando llegó al monasterio, el hermano Josep (josé) —el ebanista—. El único que quedaba en el monasterio, por orden del Abad, para que junto a Cristòfer —el maestro de obra—. Tabicaran las puertas del santuario, la iglesia y de reservar una pequeña entrada para ellos. Éstos, fueron encargados por el gobierno, de guardar el monasterio e incluso se les asigno un sueldo. Josep, le entrego un mensaje; alojado en un sobre perfumado.
— ¡Hola Hemis! Ésta carta es para ti y recuerda que tenéis que dejar la ermita. Cuando acabemos aquí las sellaremos todas —informó con aplomo autoritario.
— ¡Vale! De acuerdo. Precisamente, ahora voy a comprar una mula para eso. Mañana nos iremos, si Dios quiere y si el tiempo lo permite —replicó mirando al cielo.
— ¡Perfecto! Pero no hay prisa, aquí aun nos queda mucho. Lo decía para que lo sepáis, por cierto. ¿Podías traernos algo de provisiones? —preguntó, Josep.
— ¡Por supuesto! Pero vendré tarde, voy a Barcelona a entregar mí último trabajo.
— ¡Tranquilo! Ya no tenemos normas y trabajaremos hasta la noche. Para cenar tenemos.
     Mientras se marchaba abrió el sobre con intriga. No esperaba recibir ninguna carta y menos de una mujer. El mensaje decía así:
      Veras Hemis, quedamos cerca de la playa a las nueve, junto al museo, me llamo Mercè -mercedes-. Tengo algo que decirte en persona, me ha dicho un pajarito que buscas el Grial ¡Huy..., querido! ¿Si lo que buscas, es el Santo Grial?  Que dicen tener el poder de atraer hacia sí, personas puras de espíritu para custodiarlo. Como antaño hacían los caballeros del Grial. Tenemos que vernos.  
Que cosas más extrañas suceden —pensaba Hemis—. Cuando mueves cuatro hilos y haces unas cuantas preguntas. Quizá la envié el Abad, para engañarme, ese hombre esconde algo siniestro en su mente. En fin, está claro que esa tal Mercè, sabe algo, sino ¿Cómo puede saber lo que busco? De todas maneras debo tener cuidado con lo que digo, porqué, no soy el único que busca el Grial. Aunque yo busco a madre, pero el Grial, es la única pista que tengo.
      Le parecía que iba a venderle el alma al diablo, o más bien, a una pitonisa de tres al cuarto ¿Cómo será? ¿La reconoceré? —se preguntaba por el camino.
  Mientras tanto, Pere, empezó a empaquetar todas sus pertenencias. Los recuerdos afloraban en él, como un jardín en primavera. Toda su vida pasaba por su mente, los acontecimientos del presente, le transportaban a otros ya pasados. Todo se repite, como un eco —se decía a sí mismo—, los sucesos de la masacre de los franceses, los asesinatos de mis hermanos. Después, lo acontecido con el trienio, el fusilamiento de mi amigo y Prior Pastrana; en la ermita de la Santísima Trinidad.
Todo eso le obligó a esconderse; en la caverna de la montaña como estaba haciendo ahora. La guerra Carlista había empezado otra vez y de nuevo tenía que exiliarse.
       Para mayor conocimiento de nuestro amigo ermitaño, transcribiré parte de sus memorias, que en su día dicto a su querido hermano y confidente, Jordi —el escalador— su escribiente particular en su segundo exilio. Decía así:                                                                
      He llegado al final o el principio del camino, y veo un abismo. Ante esta nada, quedé perplejo. Solo puedo andar como los cangrejos, observando mi pasado. En cada recuerdo, veo ante mí otra realidad; entre la vida y la muerte. Mantengo encendida mi lámpara, mi ilusión. Aunque me sirve, para guiar el camino de quienes me siguen. A mí, no me sirve, pues no veo como ellos, esa luz.    
Pero brilla para delatar donde estoy; hice el trabajo espiritual que debía hacer. Ahora ¡Oh... Misterioso Universo! Ven escucha mi reclamo. Poc a poc -Poco a poco-, me desnudé; de las zarpas mundanas. Mis pensamientos, ya no son míos. Mis palabras, son desvaríos. Gané la batalla a las tentaciones, en éste rincón montserratino. Despojado del deseo, vivo en mi como árbol hueco; lleno de termitas.    
Mi cuerpo, crisálida que veo encanecer, florece como un río salvaje, sin retorno. No sé, quién soy, vivo en la ignorancia como un niño perdido y ciego. Para llegar a la luz; ya que no la veo en mi ceguera, me adentro en la oscuridad. Para llegar al amor, hacia la creación, me retiro en soledad. Allí, al menos, en el último recoveco del universo, es donde descubro mi ánima; como una flor de pura luz, como aquella que me dejó ciego.    
Por el camino misterioso, he llegado a esta montaña. Soy llama, pero reflejo frío. Por eso brillo, llamo y espero. He vivido la soledad más oculta. Éste desvarío, va de mí a mí Dios interno; con la eternidad delante de mi nuca. Entre dos abismos paralelos. Necesito una señal, mi paciencia es infinita, como tu eternidad.      
       ¡Me quedare aquí! Brillaré hasta apagarme, soy como aceite de mi fanal, mi sangre grita, te reclama. Soy llama y la llamada. Llegue a mi objetivo. Soy como hembra espiritual y como una vasija, ofrezco mi vacío para que sea colmado. Me ayudé a mí mismo, ahora ayúdame tú...  
Hemis, llegó a su destino, ojeó su muñeca y vio que había llegado demasiado pronto —él, siempre llevaba dos relojes, uno de pulsera con la hora vigente y otro de bolsillo, con la hora solar—. Se quedó observando el museo, la construcción era moderna: Su forma ovalada cubría toda la esquina, al costado, diviso un callejón con una luz que parpadeaba. El letrero dibujaba unas letras “Nullum Guarda”.  
Recordó haber visto en el álbum de su madre esas palabras, pero no sabía su significado. Estoy en el buen camino —se dijo a si mismo—. Al entrar, pudo observar tras la barra, unos prestaches de piedra donde se disponían libros y manuscritos. Se acomodó en un rincón y un aroma silvestre, penetró suavemente en su alma. Le gustaba oler las flores, el rocío, la tierra mojada y eso le transportaba a un mundo paralelo. Su Awen, se había despertado; pero esta vez no era hacía el pasado ni al futuro.  
       Era una percepción; como una fragancia de muerte. La muerte, siempre es una mensajera, dado que nos recuerda a los humanos la simple verdad, que toda existencia material tiene principio y fin y por lo tanto, es insensato aferrarse a ella. El mensaje de la muerte, siempre es el mismo; ¡Libérate! ¡Libérate de la ilusión del tiempo y del Yo!
       La muerte es un síntoma, como lo es la fiebre a la enfermedad. La caprichosa muerte, es el envejecer del cuerpo y embellecer del alma. No necesitamos ningún arma contra la muerte, por qué ella, en sí no existe. Lo que sí tenemos; es miedo ante la muerte y eso no se puede curar.                                                
Unas palabras lo despojaron de su Awen ¿Qué desea leer el Señor? —preguntó el camatecario, podemos llamarlo así ¿No?—. Hemis, no supo que contestar y ante su silencio el camatecario, le indico que le siguiera. Aquí sin duda, encontrara algo que le puede interesar —expresó con satisfacción cuando llegaron al sótano—. Hemis, asintió con la cabeza y empezó a observar a su alrededor, las vitrinas cubrían la pared en su totalidad y una calidez seca envolvía el ambiente, quizá para conservar los libros.
Hemis, preguntó por el significado del rotulo, Nullum Guarda. Él, objetó extrañado, que si había leído eso debía tener un poder especial. Son dos palabras árabes, quiere decir: Estrella Rosa. Éste, es el famoso café del mar, la estrella rosa de la barceloneta. Eso pone en realidad para los profanos, que no es tu caso —puntualizó el camatecario.  
Empezó a escudriñar los títulos y uno le llamó la atención. Era de color azafrán y su titulo; La Polaridad, el autor era anónimo. Al ojearlo leyó: En toda acción quedan irrealizables, las otras posibilidades contrarias; como la exhalación impone una inhalación, la aurora al alba y la noche al amanecer.
       Cada realización de un polo, exige el opuesto. Se suele decir y pensar, que el tiempo nos repite el mismo esquema. Con el tiempo, cambian las formas, pero el fondo sigue siendo el mismo. El tiempo lo convierte en procesos y sucesos. Si suprimimos el tiempo, vuelve hacerse visible el fondo que estaba detrás de las formas, y que se han plasmado en ellas.
Quizás sea ésta, la base de las terapias de la reencarnación. Un alma, no puede morir nunca ni tampoco se puede matar, eso es lo que se dice. El alma es... Inmortal, indestructible, siempre encontrara un camino de regreso a otra vida.
       Es un libro difícil, otro día volveré, ahora es tarde, son casi las nueve —pensó para sí—. Se despidió y de camino al museo, iba tarareando una canción de su infancia, que le cantaba su madre y Pere por supuesto, por eso la recordaba. Sonaba así:                
Sooomooos el sueñode una vida máaas
Sooomos como la brisaalamar
Dime, dime quien eeeres y deja de lloraaar
Diiime, que miedo o pena tehace suspirar
Coge, coge mi maano y deja de sollozar
Que pronto y muy temprano
podrás ver a maaamaaa
Duerme, duermeee mi niiiñoo
Que yo te ofrezco éste leeecho
Regocijate en mis entrañas
Que nadie despertara tuuu suu-ee-ñooo
Hemis, entretanto, se encontró de nuevo con el museo al frente y en él, una silueta femenina lo adornaba. Tenía que ser aquella la mujer —pensó y con paso firme se acercó—. Usted debe ser Mercedes, saludó quitándose el sombrero. No precisamente, soy Mercè —corrigió levantando una ceja en tono despectivo.      
Hemis, se disculpo con torpeza, siempre confundía los nombres, aunque esta vez se trataba de un traducción, pero no lo hacía de mala fe. Decidieron ir a cenar, Hemis, pensó preguntar en el café por un restaurante, pero su sorpresa fue que el café, era un restaurante árabe. Un tanto confuso, escudriño el entorno sin saber que decir. El dueño es el mismo, cavilaba mientras miraba a su alrededor, frotándose los ojos. Pidieron la cena y Hemis, pregunto si podía elegir un buen vino de su bodega. Éste, asintió con un guiño y le pidió que le siguiera.  
— ¡Ah...por cierto! ¿Cómo os llamáis? —preguntó Hemis, alzando la voz.  
—Tomás. Pero después de hacerme musulmán, me llaman, Azis ¿Tú debes ser... Hemis?
        — ¡Sí, claro! Por lo visto, todo el mundo sabe quien soy menos yo —exclamó irónicamente.
     — ¡Esa es tu ventaja, pequeño!. Así tu curva será más rápida —comentó en confianza Azis.
        — ¿Mi curva...? ¡No comprendo! ¿Me he perdido algo? —insinuó confundido.
        — ¡Si bueno...! ¡Como te diría! Mira todos tenemos una curva de aprendizaje, como dicen los ingleses. ¡The Learning Curve! Que significa la curv...  
        — ¡Si...sí! Eso ya lo sé, pero dime una cosa, Artis ¿Cómo es que éste lugar, era un café literario? ¿Y ahora es un restaurante...? Y a todo esto ¡The learning curve! Lo escribió madre en su álbum ¿Como es que tú lo mencionas? —interrogó con impaciencia, haciendo una mueca y levantando una ceja. Como había visto hacer a Mercè para intimidarle.  
— ¡Ah...Entonces!  ¿Os llamáis. Azis, ais, ais?  
—Tomás-Azis, açis, asis...      
— ¿Qué es eso? —objetó Hemis, asombrado.
— Es él, siempre repite todas las palabras, como un eco. Se ahorco en su habitación y se quedó aquí en el sótano, con los libros. A mi no me importa que repita las palabras, a veces, me recuerda la conversa que pronuncie el año pasado. Las graba en su libro, me dijo un día, cuando lo termine me iré.                                                                                                                            
        — ¡Por cierto! ¡Mi nombre es, Azis y no Artis! Y eso de los cambios... ¡Es mágia! Tú la posees, leíste el letrero; Nullum Guarda ¿No? Pero si le preguntas a tú amiga, leerá, Estrella Rosa. Que es lo que pone en realidad. Ésto, será un secreto que debes guardar, éste lugar sera lo que desees que sea.
Lo que busques, siempre estará tras esa puerta, gracias a la mágia o la imaginación; llámalo como quieras y en la bodega, si lo deseas, podré responder tus preguntas ¡Que veo que son muchas! Y ¡Por supuesto...! Si mí saber lo permite. Sino, los libros te lo dirán todo.
       Mi bisabuelo, fundo éste café de las Artes. Por aquí han pasado y siguen haciéndolo: escritores, pintores, músicos... Y han dejando su legado. Sus almas están aquí, a veces hasta veo a los ya difuntos, aquí es donde empieza tú verdadera curva.
— ¡Tanta curva, me confunde! Pero debo volver, María me espera o era Mercè...
— ¿Que cosecha prefieres? —replicó Azis, con una sonrisa embaucadora.
— ¡No sé! Realmente, no tengo ni idea de vinos, hasta que los bebo, soy un bebedor neófito. Así que, escoge tú —afirmó, con una sonrisa socarrona.  
Al regresar, ella no estaba sola. Una amiga pensó Hemis o ¿Quizás su hermana? Ya qué ambas se parecían, al menos, el pelirrojo teñido era el mismo. Hemis, quedó prendado de aquella chica, al verla sintió miedo, sus ojos eran tan profundos, que no podía ver el final de su mirada; eran de un oscuro cielo atardecer, dilatados como un gato y su acento era venezolano. A Hemis, siempre le había gustado ese tono o melodía, igual que el francés. Esa manera de hablar le producía un estado de bienestar.    Después de media hora, parecía que se habían conocido de toda la vida, la sutfa o casualidad, siempre trae buenas nuevas.

       — ¡Por cierto! —exclamó Hemis—. A todo esto ¿Cuál es tú nombre?
       — Me llamo Mirna pero me llaman  Luss ¡Pensé que te lo había mençionado! —susurró y a él, le sonó a música celestial.
— ¡Yo diría que no! Es un nombre fácil de recordar y difícil de olvidar; es uno de los nombres más bonitos que he oído jamás, además refleja bien tu esencia, Luz....Y esa mirada cautivadora bajo ese sombrero rosa, capaz es de despertar a los muertos jijijij....
       — ¡Graçias, Hemis! Conseguirás sonrojarme, si no dejás de adularme ¡Bueno, querido! Debo partir, me alegré de conoçerte —objetó, mirándole a los ojos de forma cautivadora.                
— ¿Qui...quieres que te acompañe? —tartamudeo Hemis, con una sonrisa complaciente.
— ¡No graçias! Es muy lindo tú detalle, pero quedé a pocas cuadras de acá. Nos vemos Mercè —y marchó contoneando sus caderas, como si danzara.
— ¡Bueno... Bueno! —exclamó, Hemis, apenado— ¡Por fin solos!, una gran mujer Luz ¿No?
— ¡Es mi mejor amiga! Que voy a decir yo ¡Aunque un poco extraña! Si que es, siempre sabe donde encontrarme, nunca quedamos de repente aparece y desaparece.  
En la conversación, Mercè, le intento persuadir de que el Grial, era una gran mentira y tal y tal.... Hemis, un tanto decepcionado por de la charla, quiso poner fin a la entrevista, la verdad es que no la escuchaba. Había quedado encandilado por Luz y no podía quitarla de su cabeza.  
— ¡Deberíamos marchar! —insinuó Hemis, fingiendo mirar su reloj de bolsillo—. Tengo que levantarme pronto y me espera un largo viaje —se excusó con aplomo.
— ¡Sí, sí! Vamos, cogeremos un carruaje y ya nos veremos otro día —sugirió cabizbaja.  
— ¡Bueno, toma, yo pagaré la berlina! Pero..., si no te importa, me quedare a cerrar unos asuntos con el dueño ¡Hasta otra, encantado de conocerte! —la despidió besando su mano y ella marchó.  
Hemis, tras dejar a Mercè en la berlina, fue al rincón de las flores y preguntó al camatecario, si sabía de algún lugar para comprar una mula. Cuando se iba a despedir, busco en el bolsillo el monedero y encontró una carta. El sobre no poseía remitente, sólo el destinatario, la letra era femenina sin duda, su olor era profundo; de un aroma silvestre, que penetró en su cuerpo haciéndole un nudo en el cuello, embriagando sus sentidos. Ese perfume le recordaba algo, pero no sabia qué.  
De pronto, sintió miedo de abrirlo —déjate de rollos, la cuestión es siniestra ¡Pero, ábrelo ya! pensaba Hemis—. Como estaban solos decidió abrirlo, el sobre estaba lacrado en cera, con un escudo y una paloma en vuelo ¡Era el símbolo del Grial!
       Un papel se guarecía dentro del sobre; como un niño acurrucado en un rincón. Al desdoblar la hoja, vio que estaba en blanco. Que raro —refunfuño decepcionado— ¡Mira Azis! No pone nada, me lo han dejado en la chaqueta —repuso asombrado, con cara de pregunta.
— ¡Déjame! Estará camuflado el contenido, es típico en los mensajes secretos —enfocó el papel con un candil y empezaron ha florecer en él las palabras, el calor hacia surgir la tinta invisible. Lo curioso era que al enfriarse el papel, desaparecían de nuevo las letras, era formidable, como en las novelas de misterios. El escrito decía así:
       ¡Hola querido! Soy Mirna o Luz ¿Recuerdas? Nos conocimos ahorita, aunque tengo la sensasión de que nos conocíamos ya, lo que no recuerdo es dónde.
       Me ha dicho Merçé, que buscas el Grial, por eso he escrito estas líneas, pero no le digas nada ha ella. Es buena amiga, pero discrepamos en éste tema.
       El saber nunca esta de más, pero hay ciertas cosas que no deberíamos conocer.
       Tu buscas el Grial y deberías saber que es peligroso y su búsqueda es inútil. Tendríamos que tener una cita vos y yo ¿Que te parece, nos vemos a eso de las doce de mañana, aquí mismo? Si estas ocupado y no podés acudir, estoy alojada en número trece, del paseo San Joan, cerca de la ciudadela.
Chiao.
Hemis, releyó el texto intentando descifrar algunas palabras ilegibles. Lo cierto, es que la letra era dispersa y un tanto taquigráfica; quizá, por haberla escrito apresurada. Aunque, eso no le disgusto a él, al contrario, le agradó esa caligrafía tan dinámica y vivaracha. Pero le asombro el sello lacrado del Grial y la advertencia de peligro.
Se quedó mirando a Tomás-Azis con dilación; su mirada marchita reflejaba una paz, un tanto mortecina pero hechicera. Su semblante era cadavérico: de pómulos abruptos, barbilla oblonga y boca de cangrejo. Su silueta escueta y arqueada le daban un aire burlesco, sin embargo, no resultaba grotesco, sino más bien afable y sugerente.  Su vozarrón chocaba con su aspecto y su ritmo armónico influía respeto y embeleso. Hemis, regresó de su abstracción y dada la complicidad que sentía hacia Azis, le expresó sus cuitas, referentes a su madre y el Grial.  
Azis, escuchó su disertación exhaustiva y a medida que asimilaba los hechos, su rostro se mostró perplejo y acongojado. No le sorprendía su relato, porque él, había conocido por ventura a Shelma, es más, fue su amor platónico. Al evocar ese sentimiento quimérico, Azis, resucito un poema que compuso para ella y sin darse cuenta lo recito en voz alta:
Nunca podre olvidar, 
tú mirada profunda y cautivadora.
Ni tu guiño// Ni tan siquiera tú caminar
Que simula una danza hipnótica.
Tu voz, resuena dentro de mis recuerdos ...
...Ahora, regreso a la cuna de ésta cueva
Que dio resplandor a mi vida.
Con la esperanza de ver tú luz
Irrumpir y asolar mis pensamientos solitarios.
Y tan solo la oscuridad, aparece tras el umbral
¡Oh... Musa encantada!
El latir del corazón galopa, 
cual caballo alado al viento
Tan sólo de imaginarte, me estremezco.
Puedo ver tus labios carnosos
besando los míos y me muero
¡Oh! Dichoso pensamiento, 
que puede saborear tu aliento.

       Azis, lagrimoso y consternado, guardó un silencio sepulcral tras su lírica amorosa. Hemis, mientras tanto quedó anonadado, boquiabierto y se sumergió en un mar de dudas; surcando a la deriva, con sus pensamientos. Le parecía insólito que Azis, hubiera conocido y amado a su madre, pero lo que acababa de oír era un sentimiento veraz y amargo.
El azar del destino se había vuelto a cruzar en el camino de Hemis, como se suele decir las casualidades no existen, tan sólo hay que ir en busca de ellas y sobretodo aprovecharlas. Quizá el Rey blanco de nuestro tablero imaginario, había entrado en escena y eso fue lo primero que pensó Hemis. Si había amado a su madre con esa pasión, bien podría ser su padre —se decía para sí—. Y como Hemis, no tenía pelos en la lengua, fue esa una de sus primeras preguntas.  

2 comentarios:

  1. Waooooo que hermosa parte, me encanta....la música, las imágenes....la reflexión de Hemis, el encuentro con Luss, el amor de Azis por Shelma reflejado en un poema...
    lindo, lindo....comienza el romance...besos bell....

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    1. jijiji sipcomienza el romance hermoso...este fue in cap dificil mezclando reflexiones propias y tal y sobre todo la luz de tu personaje que me da mucha vida e inspiracion besotes

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